De izq. a derecha: Greg Rzab, al bajo, Jay Davenport, el baterista y John Mayall |
Las daisies hemos tenido la suerte de que un colaborador nos haya escrito una crónica estupenda del concierto que dio el británico John Mayall, pionero del blues, este sábado en la sala La Riviera de Madrid. ¡No os vayáis sin leerla!
Roberto C. Vayá Guardiola
Cuando compré la entrada para asistir al concierto que daba John Mayall ealmente no sabía muy bien a quién iba a ver.
Al llegar al recinto, me pude dar cuenta de dos cosas. La primera, que iba a ser un concierto más bien minoritario, ya que no superábamos el centenar de personas (en la sala caben 2.500). En segundo lugar, que la edad media de los asistentes era de unos 50 años. Padres rockeros de toda la vida, que probablemente habían mamado el rock 'n roll sesentero y habían sobrevivido a la Movida madrileña. Uno se quejaba con un marcado acento madrileño “Es que manda cojones, no ha venido ni Dios. Seguro que si fuera Andy y Lucas esto estaba lleno. Esos son los gilipollas que le gustan a mi hija”. Pobre hombre. A su alrededor se agolpaban los más fanáticos asistentes, bien regados de cerveza, con sus camisas de hombres serios y con una camiseta XXL del John Mayall Tour por encima de ésta, recién adquirida, dándoles un aspecto ridículo a la par que entrañable.
Mayall firmando autógrafos |
A las 21.01 empezó el recital. Puntualidad británica, como debería ser siempre. A esa hora, un señor anónimo anunció la entrada al escenario de “The one and only John Mayall” entre vítores y clamores. El casi octogenario músico hizo una reverencia al respetable y se acercó al micro situado encima de su teclado para anunciar que nos iba a regalar un solo de armónica. Es importante destacar que el señor Mayall portaba unas ocho armónicas y que las utilizó todos y cada una de ellas durante el concierto. Lo hizo además con gran entrega y una energía que resulta pasmosa si se mira su fecha de nacimiento.
Durante el concierto su voz rasgada no parecía inmutarse ni en las notas más altas. Además, regaló sonrisas, interactuó con el escaso público y estuvo muy amable. El caballero inglés estuvo francamente enorme. Desde la primera canción, uno puede darse cuenta de la elegancia del blues de John Mayall, donde se le da mayor importancia a las teclas que a las guitarras. Un sonido más lejano del purista blues sucio y fangoso del delta del Missisipi, pero que no deja indiferente a nadie. Y es que el considerado “padrino del blues” inglés (tal y como vociferaba un caballero a mi derecha en un inglés ininteligible que parecía decir “goufadel, goudafel” y que daba vergüenza ajena), no lleva en esto poco tiempo. Si llevas tocando blues casi 60 años, es normal que te hayan influenciado diversos estilos musicales. Estilos que abarcan desde la psicodelia, pasando por el jazz, hasta llegar al funk setentero.
En cuanto a la banda que lo acompañaba, también estuvo muy acertada. Destacó entre ellos el bajista, Greg Rzab, un señor de 1,75 de altura con cara de poseído y cabellos largos. Greg Rzab tiene sin duda un currículum envidiable que todo músico querría tener; fue bajista de los bluesmen Buddy Guy, Willie Dixon, y John Lee Hooker. También ha tocado con Jimmy Page, Carlos Santana, Eric Clapton y Jeff Beck, entre otros. Además, fue invitado a una audición de The Rolling Stones. Desde 2009 trabaja con John Mayall. Con semejantes colaboraciones a sus espaldas, no es de extrañar que arrancara aplausos y admiración con sus impresionantes solos al bajo. Después de esto, el batería Jay Davenport se atrevió a realizar un solo de batería, que quedó realmente a la altura del betún. El guitarrista Rocky Athas estuvo correcto, pero a mi juicio menos entregado de lo que debería estar alguien en su posición. Pesa mucho la sombra de sus predecesores (Eric Clapton o Mick Taylor, por citar algunos). El texano abusó mucho de los siempre socorridos bendings y se le oía bastante menos que al teclado de Mayall.
La despedida del concierto |
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