domingo, 6 de marzo de 2011

Opinión: La creación de ídolos y otras cosas por las que no leo Rolling Stone


Elige un músico. No importa cuál, siempre que haya alcanzado un nivel de fama considerable; revuélvele el pelo, vístelo con ropa de cuero (o directamente desvístelo) y haz que mire a cámara provocadoramente; escoge una frase llamativa que haga referencia al sexo, a la fama o al dinero y ya sólo te queda añadirle la cabecera de Rolling Stone en un color u otro según consideres. Ya tienes una portada de la Rolling Stone.

Da igual quién sea: desde genios o leyendas musicales, como Jack White o Bob Dylan hasta las celebridades más superficiales y menos talentosas, como Justin Bieber o los Jonas Brothers. La Rolling Stone los va presentando uno por uno, y a quien un día se consideraba motivo de risa o burla, al día siguiente se le ensalza a lo más alto de la música. “Sabías que estaba llegando, y finalmente está aquí: el reportaje de Rolling Stone sobre Justin Bieber”. Esa frase se publicaba hace unas semanas en el Facebook de la versión americana de la revista. Sí, claramente todos estábamos desesperados esperando un reportaje en el que un chiquillo de 17 años nos habla de sexo, política, música y adolescencia. De lo último no lo sé, pero de las tres primeras dudo que tenga alguna opinión interesante.

Justin Bieber no es el único. Black Eyed Peas, Lady Gaga, Ke$ha y una extraña obsesión con la serie Glee caracterizan gran parte de los artículos (hablo siempre de la versión americana). Pero no va sólo por ahí la cosa. También escriben sobre músicos buenos, y muchas veces lo hacen bien. Lo que me toca la moral es esa continua fijación por apropiárselos y por imponérnoslos. La Rolling Stone es el baluarte del periodismo musical, y de ahí que todo músico le deba pleitesía. The Beatles, The Rolling Stones (juntos o por separado. John Lennon y Keith Richards dan una imagen de rebeldía adecuadísima), Pink Floyd. Todos. Casi parece que se hicieran famosos gracias a la revista. Y de los actuales, Arcade Fire se lleva la palma. Ya puedes oir a Arcada Fire, porque ésa es la música buena, y si no, no tienes ni idea (ojo, yo no tengo nada en su contra, pero me vienen al caso).

Y podría seguir, pero creo que ya he dejado clara mi opinión. Suerte que el periodismo musical no se acaba ahí, y que aún tenemos un poco de criterio para diferenciar. Porque no, no a todos nos gusta Ke$ha.

Ms A

2 comentarios:

  1. ¿De verdad molesta que la RollingStone se dedique a crear ídolos? Ese es su cometido. Lo ha sido desde su creación. La gente necesita ídolos. Y la "apropiación" de la que hablas no es más que un proceso que absolutamente CUALQUIER persona realiza cuando admira a alguien. ¿Acaso no haces tuyo un grupo o una canción hasta el punto de que esta llega a definirte y forma parte de ti?
    Supongo que la revista musical más importante y significativa de todos los tiempos puede permitirse "apropiarse" a músicos que admira. Así es como logran que te los puedas apropiar tú también y ellos puedan ispirar a la gente.
    Pero sí. Evidentemente tienes razón, a mi cada vez me defrauda más. Está claro que tienen que adaptarse para seguir vendiendo, pero con ello han vendido su identidad.
    Y en la edición española, aun que la mitad de su contenido esté enfocado a apoyar grupos ya conocidos y comerciales, agradezco enormemente esos maravillosos reportajes interminables que dedican a grandes ídolos (sí, ídolos que ellos crearon y que yo admiro), entre tanta basura comercial. Como esta última portada dedicada a Roger Watters y su gira de the Wall o la anterior con Liam Gallagher en portada y el recorrido por el britpop. Entre tanta basura comercial, la esencia está ahí. Pero coincido contigo, en América ya nada tiene razón de ser.
    Interesante artículo.

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