COLABORACIÓN: Miguel E. Rebagliato
Después de las correspondientes horas de luz, el viernes 27 llegó la noche que los amantes de lo bizarro estaban esperando. En una cita doblemente exclamativa, los catalanes Za! y los valencianos Siesta! compartían escenario en la sala Matisse de Valencia. ¿La excusa? El tercer y último concierto del CRIV, un atrevido ciclo de rock instrumental que durante enero ha juntado a grupos de la ciudad con bandas de todo el país. En esta ocasión, ambos grupos presentaban características muy similares, con formación de dúo y un uso intensivo de loops para llenar el escenario, suplir ausencias. Pero a pesar de este punto de partida común, los resultados fueron muy diferentes.
"“Debemos amar a los alcohólicos”, nos cuenta un sample mientras Siesta!, con sus identitarias linternas de minero, entran en acción. Unos acordes de teclado y una guitarra van tapando progresivamente la grabación —sobre personas enfermas que necesitan nuestro amor—, pero ellos mismos también tocan al rato el bajo, la percusión y ocasionalmente cantan. Frente a Za!, en la música de Siesta! tienen mayor presencia los sintetizadores y su ritmo es más constante. Logran mover al público, como ya hicieron con Lüger hace unas semanas, y, entre sus proyecciones psicodélicas y algunos de sus pasajes más intensos, consiguen hacer que te dejes llevar. "Siesta! es la fiesta". Son rumores a gritos.
En cuanto a Za!, parece obvio que merecen un universo aparte, con su propio lenguaje, verbal y musical. O si no, al menos una isla desierta, como la de la portada de su último disco, Megaflow. Tan amantes de lo freak como el mismo Zappa, su música es una desenfadada amalgama de estilos: desde el jazz hasta el math rock, siempre experimental y por momentos sumida en el caos avant-garde de bandas como Fantômas. Sólo dos personas consiguen crear todo ese mundo sonoro, que en directo cobra vida propia, se aleja de las canciones-molde originales y va mutando. A un lado, Edu toca la batería, con su correspondiente cencerro, y ocasionalmente también el teclado. Al otro, Pau lleva colgada una guitarra y en un momento dado saca una trompeta.
Días atrás, Za! expresaban en Facebook su “dilema moral”: al estar en un ciclo instrumental, ¿debían cantar? En honor al monosílabo dadá que les da nombre, las voces tienen un valor instrumental más en su música, esas palabras que intercambian entre ellos, enlazan con ritmo y unen sin ningún significado textual aparente. Así lo hicieron al principio con Calonge Terrassa, Kalon-Jah! Tewra-ssah!, creando capas y más capas de voz en loop. Las barreras entre el grupo y el público eran muy débiles, se rompían con facilidad. En medio de una canción salían a tocar con un tambor entre la gente o, en los últimos minutos del concierto, Pau pasaba su guitarra y el micrófono entre el público, mientras él jugaba frenéticamente con sus pedales —un total de diez, alineados al frente, llenos de cables hacia el micrófono y el amplificador de la guitarra—. Ejemplar lo de Za!, aunque en realidad nadie debería intentar seguir su ejemplo, pues lo tendría muy difícil para competir contra la originalidad y la unicidad de este dúo.
Con suerte, el año que viene podremos volver a disfrutar de un segundo Ciclo de Rock Instrumental de Valencia. Pero menos habrá que esperar para volver a ver a Za!, porque los reZa!gados que no aprovecharan la ocasión podrán ver a los catalanes a finales de marzo, otra vez en Valencia. No conviene perdérselo.
Días atrás, Za! expresaban en Facebook su “dilema moral”: al estar en un ciclo instrumental, ¿debían cantar? En honor al monosílabo dadá que les da nombre, las voces tienen un valor instrumental más en su música, esas palabras que intercambian entre ellos, enlazan con ritmo y unen sin ningún significado textual aparente. Así lo hicieron al principio con Calonge Terrassa, Kalon-Jah! Tewra-ssah!, creando capas y más capas de voz en loop. Las barreras entre el grupo y el público eran muy débiles, se rompían con facilidad. En medio de una canción salían a tocar con un tambor entre la gente o, en los últimos minutos del concierto, Pau pasaba su guitarra y el micrófono entre el público, mientras él jugaba frenéticamente con sus pedales —un total de diez, alineados al frente, llenos de cables hacia el micrófono y el amplificador de la guitarra—. Ejemplar lo de Za!, aunque en realidad nadie debería intentar seguir su ejemplo, pues lo tendría muy difícil para competir contra la originalidad y la unicidad de este dúo.
Con suerte, el año que viene podremos volver a disfrutar de un segundo Ciclo de Rock Instrumental de Valencia. Pero menos habrá que esperar para volver a ver a Za!, porque los reZa!gados que no aprovecharan la ocasión podrán ver a los catalanes a finales de marzo, otra vez en Valencia. No conviene perdérselo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario